viernes, 22 de noviembre de 2013

Valor y precio





A partir del comentario de un compañero sobre la noticia de la subasta del libro más caro del mundo, me ha parecido pertinente escribir lo siguiente. No lo retoco, ni rectifico: tal cual ha sido pensado y escrito.

“La reflexión de Moisés es más que pertinente en este mundo nuestro en el que todo debe tener un precio, que no un valor. Ignoro los detalles del negocio del libro antiguo o de coleccionista, pero me imagino que no deben de ser muy diferentes a los del mercado del arte, especialmente el de las obras que ocupan los ranquings de las más caras, y que no necesariamente son las más valiosas. Pero sirven para maravillarse ante el precio especulativo que la vanidad individual puede poner a una obra de arte. La satisfacción de alguien que sólo ansía poseer ese objeto, para luego convertirlo en un artefacto decorativo más en sus presuntuosas mansiones. Pienso, por ejemplo en la reciente adquisición del tríptico de Francis Bacon por parte de la jequesa de Qatar. Tengo entendido que es una mujer culta y refinada, por lo que me satisface pensar que tal obra no sirva para decorar su jacuzzi o su cuadra de purasangres. Si fuera un millonario texano podríamos fantasear pensando en lo bien que quedaría en su baño (emulando a nuestro Gil y Gil).

Pero vuelvo al libro en cuestión: se trata de un libro de salmos, con múltiples erratas en la edición que dan testimonio de las terribles condiciones en que fue publicado en un "entorno salvaje", dice la noticia. Se me ocurren algunos comentarios: los libros de temática religiosa siempre suelen ser los más preciados, dado que fueron los primeros en editarse (recuérdese Guttenberg), pero curiosamente cada tradición religiosa ofrece su ranquing de obras preciosas. Probablemente, en el mundo islámico no se aprecie el valor de un viejo libro de salmos, y se prefiera un Corán con anotaciones para su traducción del arabe al farsi del siglo IX. Segundo, estos libros preciados deben contener un relato que muestre su rareza y su singularidad. En este caso lo que cuenta es que fue escrito por los peregrinos que se exiliaron al territorio norteamericano. El contexto épico sirve de argumento moral para ponerle precio a algo que no podemos establecer de forma objetiva. Pero creo que el debate no va de objetividad sino de la repulsiva ostentación de capital para pujar en la subasta por estas obras. Tercera y ultima reflexión: cuando hace unos meses, la Unesco alertó del peligro de que los conflictos armados en Mali pudieran afectar al valioso fondo documental de las bibliotecas de Tombuctú, todo el mundo se aprestó a reconocer tal riesgo. Se llegó a hablar de genocidio cultural. Bueno, pero hasta entonces, ¿a quién le ha importado la suerte de esas bibliotecas que atesoran documentos andalusies originales, que siguen siendo utilizados por investigadores africanos? Algunas bibliotecas fueron objeto de pillajes, que fueron atribuidos a la mente fanatizada de las milicias islamistas. Pero estoy seguro (conociendo las experiencias previas de Afganistán e Iraq), que algunos de estos materiales han sido incorporados de forma subrepticia en el mercado económico, y no sería de extrañar que en el futuro aparecieran en los fondos de algún prestigioso museo en Europa, América o China. Documentos demasiado valiosos como para estar en el centro del desierto africano, pudiendo ocupar un lugar especial en la British Library o en L'Hermitage moscovita.

¡Qué diferencia tan grande puede hacerse entre el valor de un libro que no es único pero si compartido, de aquel que es único pero no puede ser compartido!. ¡Qué paradoja de nuestro tiempo pensar en un libro que sólo pueda ser patrimonio de los ojos de un lector ya hastiado porque sigue sin poder comprar con dinero la felicidad que tanto anhela!."

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