martes, 10 de diciembre de 2013

Discrepar no rima con traicionar (sobre Amnistía Internacional en Catalunya)

Soy catalán, de madre abulense y padre aragonés. Elegí el catalán como mi principal lengua relacional y profesional. Por iniciativa personal, por voluntad propia, por libertad. Y sin renunciar al castellano. Ahora pienso que todo ello lo hice por respeto a mis padres, que quisieron que me sintiera formando parte de esta sociedad, que tanto les dió, que tanto me ha dado. Yo he procurado ser coherente con este legado. Y hoy, por sentimiento, me siento más cerca de una ilusión colectiva de una Catalunya independiente, que no de mantener la situación de incomprensión que sigue despertando mi país entre algunos sectores de la sociedad española.

Pero en este proceso que día a día se va complicando, comienzo a observar cómo ciertos comportamientos intolerantes están tomando cuerpo entre aquellas instituciones y voces públicas que abogan por la independencia. La intolerancia que parte del hecho de que surjan voces discordantes, que no todo el mundo acepte la doxa que se va imponiendo, que no siempre se consiga el apoyo de instituciones que basan su prestigio en su independencia de criterio. Me refiero a la polémica sobre Amnistia Internacional y su decisión de no vincular sus acciones con la celebración del Tricentenario de 1714. Recientemente comenté con una amiga madrileña que vivir este periodo en Catalunya era una experiencia excitante, siempre y cuando no fueras catalán. Y me reafirmo en ello, puesto que a todos los que formamos parte de esta sociedad, poco a poco se nos van recortando las opciones para elegir entre las diversas opciones en juego, o se nos exige tomar una postura concreta, sin que, evidentemente, quepa la posibilidad de modificar el punto de partida inicial.

Malos tiempos para los matices, o dicho de otra manera, malos tiempos para la discrepancia. Si detrás de este proceso de construcción nacional lo que se impone es la unanimidad de criterios, no vale la pena el esfuerzo. No hay mayor absolutismo que aquel que niega su propia ideología.

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